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Un atardecer de finales
de febrero; el viento está en calma y la temperatura, para la
época del año en que nos encontramos, es buena.
Situados cerca de una
zona de cortados rocosos y sin que nuestra presencia se haga
notar, no necesitaremos más que unos prismáticos o incluso sin
ellos para poder observar una pareja de grandes rapaces
recortando su silueta sobre el despejado cielo.
De repente, y sin razón
aparente una de ellas se eleva y se deja caer en picado para
pasar rozando a la otra. El ritual se repite e incluso la que se
eleva desde lo alto deja caer algún objeto (un palo o una
pequeña presa) que vuelve a recoger antes de llegar al suelo.
Si presenciamos una
escena así, no hay duda de que estamos ante los vuelos de una
pareja de águilas reales.
Ya podemos llegar a la
conclusión que no lejos de esta zona han comenzado ha hacer un
nido nuevo o rehacer otro que ya utilizaron anteriormente.
Dependiendo de los lugares idóneos dentro de su territorio, hay
parejas que año tras año crían en el mismo sitio, mientras que
otros cambian todos los años.
Los grandes nidos los
sitúan sobre cárcavas o agujeros en paredes rocosas y menos
frecuentes sobre árboles. Es curioso que pueden hacer mas de un
nido el mismo año y luego elegir donde realizar la puesta. Esta
la realiza como norma general, en la primera quincena de Marzo
aunque siempre habrá parejas que la adelanten o la atrasen.
Suele consistir en dos huevos que tras 40-45 días de incubación
nacerán otros tantos pollos cubiertos de un plumón blanco.
Nacen con 3 ó 4 días de
diferencia y no es nada extraño que el primero en nacer mate al
otro a picotazo limpio. Es algo innato en la especie y al que se
denomina cainismo.
Supongamos que esto no ocurre.
Si la primavera se presenta buena para cazar y los padres son
hábiles predadores, a primeros de julio y tras un periodo de
entrenamiento en el mismo nido las nuevas águilas reales darán
sus primeros vuelos. Lo más frecuente es que debido a distintas
circunstancias solo uno llegue a volar. Aquí empieza una nueva
etapa. La cría o crías estarán con los adultos aprendiendo a
cazar hasta principios del año siguiente, época en que estos los
expulsaran de su territorio y estarán errantes durante 4 ó 5
años, tiempo que tardaran en adquirir la madurez suficiente para
poder reproducirse.
La alimentación depende de las
presas que habitan en el territorio que domina cada pareja.
Conejos, libres, ratas, picarais, lagartos, chovas y cuervos son
las especies que más caza, sin olvidar a zorros y otros
mamíferos sobre todo cuando abandonan la madriguera donde
nacieron. En épocas de escasez no ponen reparos el aliarse con
buitres y alimoches y darse algún “festín” con cadáveres de
animales silvestres o domésticos que quedan por el campo.
El color del plumaje no es
especialmente llamativo. El dorso y la parte superior de las
alas es pardo oscuro. Tienen unas machas blancas en la parte de
debajo de las alas y en la base de la cola. Es éste un aspecto
por el que nos podemos hacer una idea de la edad. Cuanto más
grandes y blancas sean las manchas, mas jóvenes son los
ejemplares. La parte del cráneo posee tonos
amarillentos. Su longitud de punta a punta de las alas es de
unos 2 metros.
Por la zona de Muriel, como por
otras muchas, no es abundante pero de tarde en tarde se pueden
ver si estamos prestos a ello.
Los peligros que acechan a
estas águilas son varios: los tendidos eléctricos, los disparos
de cazadores que las consideran “competencia”, los venenos que
se emplean para zorros y que luego son comidos por estas rapaces
encabezan los motivos de su muerte.
Si un atardecer de cualquier
día del año tenemos la fortuna de ver una pareja planear sobre
un cazadero, con este vuelo pausado, silencioso y elegante,
podemos estar seguros que esas grandes voladoras quedaran
gravadas en nuestras mentes por largo tiempo.
A grandes rasgos, así es y así
vive el águila real.
Fernando Núñez |
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